enero 14, 2011

Sentir

Esta vez tuve un viaje imprevisto a Portugal. Ella me recibió con los brazos abiertos. Comenzamos a platicar de la última vez que nos habíamos visto, cuando escapaba segundos antes de la medianoche del Palacio Real y perder en cualquier momento el hechizo de la calabaza, el vestido y las zapatillas de cristal. Pero la última vez que la había visto fue cuando juntos corríamos detrás de un loco que había intentado secuestrar un avión de Aeroméxico con amenazas de hacerlo explotar con un par de latas de Jumex y un reloj que ni batería tenía. También recordamos aquella vez en que juntos escribimos una historia con tintes eróticos y de esa maravillosa y única noche en que, desnudos, hablamos sin decir palabras. Y nuevamente me hizo sentir.

Recostado en su regazo puede notar cómo su respiración y mi cabeza se movían de forma tan acompasada como cuando un amigo sostiene a otro cuando está borracho y lo lleva a casa. Me preguntó si aún tenía ese acogedor y seductor sillón café en mi sala. Me dijo que guardaba unas imágenes que pude hacerle con su cámara mientras la luz multicolor de la lámpara destellaban en su cuerpo, en su rostro. Y gracias a las palabras pudimos conjugar el verbo HUBIERA de distintas formas, el intercambio de frases se convirtió en un agradable juego sin reglas, tan solo usar dicho verbo, lo que provocó que cada respuesta dejara la puerta abierta a todo al tiempo que la cerraba. Eran ellos dos. Como antes, como siempre, como desde la primera vez que se conocieron en un céntrico lugar de la ciudad cuando ambos cubrían, para sus respectivos medios, un conflicto de "tribus urbanas" que los llevó hasta los mismísimos "Sillones" -un lugar frecuentado única y exclusivamente por 'emos'.

Los recuerdos se vinieron de repente con tanta fuerza que tuve que reclamárselo, literalmente le espeté: "Tienes la capacidad de hurgar en mis recuerdos y saborearlos con la mente. Eso es muy gratificante". Pero siguió hurgando. Mientras seguía recostado en su regazo me tomó de la mano, sentí su rostro frente al mío, sentí su mirada frontal mientras sentía el aire, el frío. Le insistí que no podía seguir en esa posición porque su belleza me cautivaba, pero fue demasiado tarde. Las terminales en la punta de mis dedos comenzaron a electrizarse al rozar sus pezones, su aroma penetraba por mi nariz, la tibieza de su cuerpo desnudo se envolvió en mi piel y sus caricias coronaron esa agradable sensación: sus manos en mi espalda y mi nuca, en mi rostro sus labios se estacionaban, se humedecían. Y ante todo esto, mis ojos permanecían cerrados. El dolor en mi espalda comenzaba a desaparecer pero el frío comenzó a envolver mi pie derecho que estaba descobijado. Y volví a sentir paz, tranquilidad. Volví a sentir...

-Eso, eso me gusta, ven, recuéstate aquí a mi lado.

La noche se volvió muy oscura y su desnudez me seguía acompañando. En ciertos momentos sus labios recorrían incansablemente mi rostro y tomaban un respiro en mi boca. Su lengua humedecía mis labios y en otros momentos mis párpados. Estaba vez no era una noche de lujuria, en esta ocasión ella me estaba haciendo el amor y yo no hacía nada más que abrir mi mente y sentir cada movimiento, cada sensación, cada caricia entre gotas de sudor y eyaculaciones.

-Libérate, déjate fluir, siente. Empieza por sentirte a ti, por sentir el aire, el agua, la tierra, el fuego.

-Tienes razón, Portugal. He dejado de sentir. Incluso he dejado de escribir y tu mejor que nadie sabe que el arte de escribir se tiene que hacer sintiéndolo.

-En efecto, sino no sale. Escribes sin transmitir... Ja, ¿ves cómo si sientes? lo escribes y me transmites eso que sientes en las yemas de los dedos.

-Pero creo que ahora te tienes que ir. Morfeo te llama.

-Sí, creo que es casi la hora, pero quiero estar segura de que lo que tienes es un bloqueo mental por sentir... Estoy con los ojos entrecerrados frente a la computadora escribiéndote y recordando una linda noche que pasamos juntos. ¿Sientes que te quiero? Porque desde aquí te estoy mandando un paquete de besos y abrazos, en parte por navidad, día de Reyes, año nuevo, tu cumpleaños, va todo junto, pero también porque aunque hablemos poco y de lejos, te quiero mucho.

-Te volveré a ver pronto? - le inquirí.

-Sí, pero cuando sientas, cuando te sientas...

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