agosto 12, 2009

El Spa(rtacus)

Eran las 08:15 de la mañana cuando abrió la puerta de su departamento. Esta vez ni los 56 escalones le quitaron el aliento. Estaba agotado emocional y físicamente. Había sido una noche larga, en un ambiente bizarro y con gente que habría que tenerle cuidado.

A las 03:05 de la madrugada recibió una llamada en donde le preguntaban si su molestia había desaparecido luego de que infructuosamente, por segundo día consecutivo, sus intenciones para verla y comer juntos era rechazada. Reconoció en él un grave problema: apenas la ve unos cuántos momentos durante tres días consecutivos y automáticamente, como una droga, la necesita ver más tiempo, estar con ella, inhalarla, bebérsela, inyectársela. Pero de golpe regresa a la realidad: nunca podrá contar con ella por la simple y sencilla razón de que no está dispuesta a compartir algo más que tiempo, caricias y besos. Por que su mente, su corazón, su sexo, sus pensamientos no dejan a un lado a esa otra persona.

Luego de recibir esa llamada salió del baño y se fue directamente a la pista. A los pocos minutos un transexual imitaba de forma hilarante a Paulina Rubio, a Gloria Trevi o a la "Tesorito". Y después el momento culminante: uno tras otro desfilaron tres hombres para realizar bailes eróticos y despojarse, al ritmo de la música, de sus prendas. Lo repugnante del momento (para un simple mortal que le fascinan las mujeres) fue cuando los tipos se quitaron el pantalón. Ni un boxer, un calzón o una tanga les cubría sus inmensos penes erectos. Las mujeres que se encontraban cerca de la pista gritaban, sacaban sus celulares para fotografiarlos y algunas otras mostraban su pudor y miraban hacia otro lado buscando de forma nerviosa sus vasos, sus cigarros o el plato de botanas.

Luego de presenciar ese desagradable espectáculo y conocer de cerca un "cuarto oscuro" supo que había conocido el cuarto infierno. Éste no se encontraba en el Centro Histórico de la ciudad de México, sino en la tierra de Nezahualcóyotl, uno de los más grandes poetas de la época prehispánica y que, casualmente, en alguna ocasión escribió:

Estoy triste, me aflijo,
yo, el señor Nezahualcóyotl.
Con flores y con cantos
recuerdo a los príncipes,
a los que se fueron...

Así, echando de menos tus cantos,
me he venido a afligir,
sólo he venido a quedar triste,
yo a mí mismo me desgarro.

He venido a estar triste, me aflijo.
Ya no estás aquí, ya no,
en la región donde de algún modo se existe,
nos dejaste sin provisión en la tierra,
por ésto, a mí mismo me desgarro.

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