Esta vez no tuvo que inventarla despacio en su cabeza. Ahí se encontraba, frente a ella, viendo esos profundos ojos para verle cada detalle en el rostro, en el torso, en los brazos, en las piernas. No tenía necesidad de desnudarla con la mirada y esta vez no le estaba contando un sueño, era real.
Siempre le dijo que su voz era encantadora a pesar de haberla escuchado muchas veces por teléfono o con artilugios tecnológicos cargados de bytes y megabytes. Ya no era necesario inventarla en esas noches de ausencia, paseándose desnudo por la fría estancia con piso de madera y puertas blancas o cubierto, de pies a cabeza, con esas sábanas azules que tantos secretos, lágrimas y orgasmos guarda. Esta vez pudo sentir esos labios y la humedad de sus besos. Recordó por una instante esas imágenes rebotadas contra un espejo que delineaban su figura. Ahí estaban, frente a frente, con la única intención de fundir latidos, olores, sabores y sensaciones.
Había sido un viaje muy largo y lo que menos importaba era el cansancio y las horas de vuelo. Ya no fue necesario inventar en sus sueños unos labios que besaran sueños prohibidos ni recrearle
manos asesinas de tristezas... la pensaba desde hace mucho tiempo aún en esos momentos en que no pensaba. Una casualidad llevó a otra, encadenadas, para ese encuentro. Ahora podía saber a qué sabían sus labios, su pecho, sus pezones, la zona baja de su estómago, sus inmisericordes piernas largas y toda esa llanura trasera de su espalda.
Pronto, muy pronto, el descenlace...
1 comentario:
esperare el descenlace...
Publicar un comentario