¿Alguna vez te has puesto a pensar cómo te despedirás del mundo, cómo será tu último minuto de vida, el momento de tu muerte?
Sin tratar de llegar a este tema, irremediablemente terminé por comentarlo justo en la Nochebuena, esa que sirve para que aflore todo el estúpido consumismo, que gracias al capitalismo salvaje -con Santa Claus como su comandante de las fuerzas rojas armadas- desvirtuó el nacimiento de Jesucristo y de lo que realmente se debería festejar.
Regresando a la muerte, lancé una pregunta al aire tratando de encontrar respuestas que trataran de coincidir con una de mis principales teorías: la forma en que mueres (y cómo ésta llega a ti) es directamente proporcional a cómo te portaste con tus semejantes -y especialmente contigo mismo- durante toda tu vida.
Quizá no sea una coincidencia que tiranos que gozaron de fma, poder, lujos y excesos como Sadam Hussein o Moammar Ghadafi hayan sido encontrados escondidos en túneles o en alcantarillas y uno haya muerto colgado del cuello y otro con un disparo en la cabeza luego de ser ultrajado con un objeto metálico antes de morir. Nunca he deseado la muerte de nadie pero creo que estos tipos quizá merecían morir de esta forma después de tanta atrocidad que cometieron a tantas personas.
Cerrando un poco más el círculo me remito a la muerte de familiares cercanos y al parecer encontré que la forma en que murieron fue exactamente proporcional a la vida que tuvieron. No daré ejemplos porque son cosas que no vienen al caso pero tengo la seguridad de que se cumple esa frase de "con la vara que mides serás medido". En mi caso, espero que mi muerte no sea resbalándome de unas escaleras o ahógandome al comerme un pistache. Si fuera por escoger, me gustaría morir en un evento importante: en la cobertura de una guerra, un suceso de trascendencia mundial, un desastre natural... Una muerte digna, pues.
Y entonces recibí una llamada de El Diablo y me recordó tanto ese café que tomamos a más de 200 metros de altura en una réplica de la Torre Eiffel pero que se ubica en Tokio. Esa plática me provocó la primera de mis nostalgias en esta esta noche de nostalgias.
Después, se cruzó por mis oídos "un lugar lejos de todo", ese donde "nunca nadie estuvo ahí". Luego doblaron las Campanas, que no precisamente fueron las de Hemingway y tampoco son plurales, y al final Adlih se atravesó por mis ojos gracias al wi-fi después de años de no tener noticias suyas.
Nostalgias, muerte y Nochebuena.
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