Jorge querido: te escribo estas líneas porque las considero urgentes y necesarias. Lo hago también porque he decidido que todo septiembre sea mi cumpleaños y, por tanto, quiero festejarlo de manera distinta, es decir, con los amigos que más quiero.
Pienso también que la amistad es como un músculo que si no se usa se atrofia, por eso estoy aquí, a las 6 de la mañana de este 16 de septiembre, escribiéndote para que sepas cuánto te quiero, amigo. Aclaro, sin embargo, que no estoy borracho ni me he vuelto loco.
Te conocí un día de octubre del 93. La fecha es maravillosa porque dos meses después irrumpieron los zapatistas en México, en el mundo y en nuestros corazones. Imposible olvidar los comunicados de Marcos ("De qué nos tienen que perdonar"), imposible olvidar nuestro nacimiento al mundo del periodismo, imposible olvidar los salones de clase donde un grupo de jóvenes recién nacidos a la vida comenzó a mirarse, a reconocerse, a increparse.
Han pasado muchos años, amigo, y nosotros ya no somos los de entonces. Nos quedan los recuerdos y, por ahora, también las personas. Por eso he decidido escribirte, porque quiero que sepas cuánto te quiero a pesar de que no nos veamos frecuentemente.
Te cuento un secreto: un año después de que salimos de la universidad yo pasaba por un momento muy difícil. Me sentía tan insignificante e inútil que llegué a pensar en el suicidio. Pero ocurrió que un día sonó el teléfono de mi casa y era mi amigo Jorge Villalpando ofreciéndome trabajo. No sé si te envió Dios o el destino, lo cierto es que literalmente me salvaste la vida.
Por eso voy a estar agradecido infinita y eternamente contigo. Quizá yo no sea el amigo que esperabas, quizá no te he respondido como esperabas, pero siempre que pienso en tí lo hago creyendo que eres un buen hombre, generoso y hasta tengo el presentimiento de que eres muy buen papá.
Agradezco a la vida que me haya puesto en tu camino y agradezco también haberte conocido. Quizá nos haga falta sentarnos más seguido a tomar un café o un trago y platicar de las cosas que nos pasan.
Por lo pronto recibe un gran abrazo de un amigo que te quiere de verdad. Te escribo, insisto, porque he decidido festejar mi cumpleaños 39 escribiendo 39 cartas para 39 amigos del alma.
Que tu Dios te bendiga.
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