En ti mi soledad y este silencio,
prisionera tormenta de ternura,
vibrante y pura soledad de amor.
Soledad matinal, dorado golfo
donde recién nacidos pensamientos
abandonan el fondo
como róseo desfile de moluscos.
Una huella en la playa de los sueños,
la de tus pasos blandos y nocturnos...
La luz el vuelo emprende
y el remanso se ahonda
con ansia renaciente
de tu rumor insomne y de tu sombra.
Soledad cenital, trigal marea,
y el pensamiento cárdena corola
en donde rítmica aletea
la mariposa leve de tu forma.
Yermo de muchedumbres,
errante anfiteatro;
coloquio sollozante de las nubes;
beso en la rosa y en la tierra fango.
Por la convulsa ronda
va recogiendo el pensamiento
la trémula ventura de otras horas...
Y el medio día se adormece
con el rumor tranquilo de tu sombra.
Soledad vesperal, muerta dulzura.
Ni tu voz ni tu paso ni tu sombra,
Soledad vesperal, parda laguna,
y el tenaz pensamiento,
un cisne que interroga
la huérfana penumbra...
La tarde nuestras manos enlazaba
y las sienes unía
y las bocas sellaba;
de mi sueño la tarde se aromaba
y en tus ojos la tarde florecía.
Ya la noche
su desvelo atribula
en pos de una sombra
hecha de mi sonámbula ventura
con el alma en vigilia de la rosa.
(Carlos López Narváez)
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