Él nunca pudo verse en sus ojos, nunca pudo reflejarse en esas inmensas pupilas lejanas. Ella sí lo pudo hacer. En medio de un sollozo, de un cálido abrazo, con los aviones volando por sus cabezas y con los aviones de Calamaro zumbando sus oídos, con el frío viento del último día de febrero y unos 'Amantes del círculo polar' como testigos, ella le otorgó quizá uno de los besos más intensos que le haya dado desde que se conocieron. Un poco más tarde, él se quedó forzando a los recuerdos para tratar de comparar un beso como el de esa tarde... Mmmmmm, no, el primero que se dieron no fue tan intenso... Ese otro cuando ella le dijo: "me encantas" (cuando él hacía un viaje dentro de ella mientras yacía entre sus piernas) tampoco fue encantador pero no tanto... Llegó a la conclusión de que no recordaba un beso igual. Los enrojecidos labios de ella comenzaron a hincharse. Al final se dio cuenta de ello y ya no quiso besarlo. Probablemente no quería que alguien viera la irritación en su piel por la fricción con la barba de tres días que él presumía y usaba los fines de semana. De cómo comenzaba a tiñarse de color carmin esa parte que rodea su boca, su mentón, sus mejillas, debajo de la nariz, en el cuello. Pero nunca se cubrió esos ojos que la delataron...
Esa tarde algo dentro de él se perdió para siempre y dentro de ella algo estaba a punto de explotar. Esta vez el lenguaje corporal fue muy traicionero. Tanto la mano derecha de él como la izquierda de ella aprisionaban sus nuncas para acercar más sus rostros, para que los labios estuvieran en condiciones propicias para enfrentarse, las lenguas bailaban, succionaban, lamían, se regocijaban. Los dientes se hundían en cualquier oportunidad en los labios, mordían lo que tuvieran frente a sí...
Entonces ocurrió algo distinto, inigualable... la forma en que se comenzó a tornar todo, la temperatura, el ambiente dentro del auto, la música de fondo, las miradas absortas de los que caminaban a un lado del vehículo azul. Sí, inevitablemente fue el beso más intenso. Él lo disfruta incluso en estos momentos que lo recuerda y lo escribe. Sabe perfectamente que muy pocas veces hasta la saliva tenía un sabor diferente, los movimientos del resto del cuerpo, los gemidos ahogados, la pelvis de ella empujando hacia adelante cuando sintió que la mano derecha de él se resbaló entre sus senos hasta llegar a su sexo, incluso hasta la mirada, hasta los poros de sus brazos, de su nuca...
-"No vine a besuquearme contigo, sólo vine a dejarte la película y a hablar"-, dijo ella antes de partir...
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