junio 06, 2010

Larga es la noche

Hoy vi una película malísima. Estuve tentado a abandonar la sala pero no siempre se tiene el tiempo de ir al cine en otro país. A pesar del absurdo y aburrido argumento de la cinta hubo un momento, quizá dos, que me hicieron recordar las cosas que me faltan en este momento, como aquello de llegar a casa y haya alguien que te espere, que se preocupe por ti y que se de todo lo necesario para compartir tiempo con alguien a quien quieres y que te quiere: ese momento en que no importa nada mas que estar a su lado, escuchar su respiración, sentir su aliento, su aroma, la calidez de su cuerpo, la incomodidad de su cabello en tu rostro, la humedad de sus labios o la profundidad de su sueño que se refleja en su cara con una mueca, una posición, un suspiro, una gesticulación o una manía (ya sea la forma en acomodar los brazos, las piernas o la lengua-labios)... Es añorar esos momentos que, no por ser escasos, dejan de ser incomparables, únicos, irrepetibles.

Las luces, los sonidos y las personas de esta ciudad me distraen, me confunden, me alejan de mis pensamientos. Quisiera que también se esacaparan todos los recuerdos y las cosas que me atan a no olvidar. Un beso, una caricia, una palabra. Tantas cosas que aguardan ahí en espera de ser tiradas a un cesto de basura por la promesa de un sueño sudamericano que se puede concretar en un par de meses o en seis o nunca. La impermanencia de no saberse "dueño" de nada, ni siquiera del tiempo.

A veces me pregunto qué es lo que estoy haciendo de mi vida para tener y para no tener lo que tengo. Desde un viaje a Miami o de próximas visitas frecuentes a Chicago hasta una oportunidad casi perdida en Sudáfrica. No me quejo de mi salud corporal, pero ¿y los sentimientos porqué están tan abandonados? Quizá me he cansado de que la noche dure tanto. Quisiera que pronto tenga un amanecer distinto.

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